Relativismo, verdad y diálogo interreligioso
Resumen
El cristiano tiene que situarse sin miedo y sin complejos. Pero situarse no significa encerrarse, ni separarse, ni adoptar posturas
intransigentes. Al revés. La identidad consiste en dar pero también en abrirme al otro. Paradójicamente, la profundización en la propia identidad permite abrirse tanto mejor a los otros y comprenderles positivamente. Es lo que ocurrió en el Concilio Vaticano II. Cuando la Iglesia definió mejor su propia fe y se comprendió a sí misma de una forma más profundamente teologal y evangélica, lejos de encerrarse en sí misma, se abrió a la acción del Espíritu, que no conoce fronteras. De ahí su apertura al ecumenismo, a las religiones
y a todos los seres humanos.